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EDUCACIÓN DE LA MUJER EN COLOMBIA. Entre 1780 y 1930


  EDUCACIÓN DE LA MUJER EN COLOMBIA. Entre 1780 y 1930

Luis Javier Villegas Botero
Sea lo primero señalar que hasta casi el final del periodo colonial no existió en el territorio de la actual Colombia ningún establecimiento de educación para la mujer. Por lo demás, fueron escasos los que se fundaron para la educación de los varones. Como lo anota el historiador Jaime Jaramillo Uribe, en su artículo El proceso de la educación, del Virreinato a la época contemporánea, “el estado colonial solo conoció el concepto de escuela pública elemental en la segunda mitad del siglo XVIII bajo la política ilustrada de los reyes borbones”1. Se debe agregar que desde la instalación de la Real Audiencia varias comunidades religiosas de varones habían sido autorizadas para impartir cátedras de latín y gramática a clérigos y seglares, y luego algunas fundaron establecimientos de educación superior, para la enseñanza de la filosofía, la teología y el derecho, por lo general. La Compañía de Jesús, además de su colegio de San Bartolomé y la Universidad Javeriana, ambos fundados en Bogotá en la primera mitad del siglo XVII, estableció también colegios de enseñanza media en varias ciudades, entre ellas la de Antioquia, donde se establecieron en 1726. Este establecimiento, al igual que la mayoría de sus colegios, desapareció en 1767 al ser desterrados de sus dominios por el rey Carlos III. Cabe aquí señalar que este fue el único establecimiento educativo estable que existió en toda la gobernación de Antioquia antes de 1803, cuando los franciscanos abrieron su colegio, germen de la Universidad de Antioquia. Si bien varios cronistas y numerosos historiadores mencionan que en Medellín desde 1680 hubo un maestro de primeras letras, el tantas veces mencionado Pedro de Castro, al que sucedieron, sin continuidad, varios clérigos y algunos seglares, y que su escuela se denominaba pública en los libros del Cabildo, no se trataba de una institución estable, sino de un maestro que en su casa de habitación cobraba a los alumnos por enseñarles a leer, un poco a escribir y a recitar el catecismo, y para ello había obtenido un privilegio deexclusividad. Como salta a la vista, solo unos pocos pudientes tenían acceso a esta rudimentaria instrucción.
Sin embargo, todo parece indicar que, al lado de esta educación llamada pública, se daba en algunos hogares una instrucción privada, por parte de algunas personas instruidas, por lo general clérigos. Si se tiene en cuenta que hay evidencias, por ejemplo en los libros notariales, de que algunas mujeres sabían leer y escribir, hay que concluir que recibían tal instrucción en sus hogares, por lo general de la madre si esta era alfabeta, y si no de preceptores particulares.
Se cae de su peso que la mujer no podía asistir a los colegios de enseñanza media ni a las facultades. Como lo señala la madre Pilar Foz y Foz en su excelente y muy documentado libro, Mujer y Educación en Colombia. Siglos XVI – XIX. Aportaciones del colegio de La Enseñanza, 1783 – 1900, con prólogo del ex presidente Belisario Betancur, “la educación se encaminaba, principalmente, a hacer de las hijas unas buenas esposas y madres de familia”.2 Por ello si alguna mujer quería avanzar en el campo de las letras debía optar por el convento, como lo hicieron la mexicana sor Juana Inés de la Cruz (1648 - 1695) o la granadina sor Francisca Josefa del Castillo (1671 - 1742).
La única y notable excepción en el país fue la fundación pionera en 1783 del colegio de la Enseñanza en Santafé de Bogotá, promovida y financiada por doña Clemencia de Caycedo. Con ello se traía a nuestro país la rica experiencia educativa de la comunidad fundada por santa Juana de Lestonnac casi dos siglos antes. En el establecimiento había una escuela pública gratuita y otra privada para pupilas que pagaban una pensión por sus alimentos y cuidado de su ropa. Al respecto dice la madre Pilar Foz: “La fecha del 23 de abril de 1783, con la apertura del pensionado-colegio y de la primera escuela pública femenina en Nueva Granada, puede calificarse de histórica. La noticia fue recibida con regocijo por los santafereños que, por primera vez, contemplaron grupos de niñas y adolescentes que se dirigían a la escuela… Un derecho, hasta entonces, reservado a los varones”.3 En dicho establecimiento, como lo dice el historiador de la educación Luis Bohórquez, “se formaron las madres, hermanas y esposas de lospróceres”.4 En la visita que el Libertador hizo a La Enseñanza en 1830 dejó este mensaje: “Deseo que aquí se eduquen las grandes mujeres colombianas, y que aprendan desde encender la pajuela hasta las artes y las ciencias”.5
Este caso excepcional es tanto más digno de destacarse por cuanto los conventos de religiosas de clausura hasta entonces, y tiempo después, se resistieron a tener actividades docentes. Es interesante contraponer el caso del convento de las carmelitas descalzas de Medellín, establecido en 1791 por donación de doña Ana María Álvarez del Pino. Con su establecimiento muchos vecinos creían que se lograría por fin una institución educativa para las niñas. Pero las religiosas se opusieron con energía a ello, primero durante la independencia y luego de manera especial en la república cuando el Congreso de Cúcuta decretó el establecimiento de escuelas públicas de niñas en los conventos de religiosas. La priora de Medellín se dirigió al Libertador y le pidió las eximiera, por “ser opuesta la enseñanza de jóvenes al sagrado instituto de mi religión”, logrando lo solicitado. Esa larga batalla la consignaron en el folleto Triunfo espléndido del Carmelo de Medellín sobre la fundación de la escuela de niñas que el Congreso de la República le impuso de 1821 a 1829.6 En cambio en Bogotá, en los monasterios de Santa Inés y Santa Clara sí se establecieron escuelas bajo el nuevo modelo, las lancasterianas, y en la misma ciudad don Rufino Cuervo fundó el colegio de La Merced donde, con la formación religiosa y de economía doméstica, las alumnas aprendían lenguas modernas, gramática y música.
Es de todos conocido el interés del vicepresidente Francisco de Paula Santander por extender la educación en toda la república, tanto la primaria como la secundaria y la superior.8 Sin embargo en la Provincia de Antioquia por entonces no se logró ningún avance en la educación femenina. Según el detallado estudio hecho por don Julio César García titulado Historia de la Educación Pública en Antioquia, solo hacia 1832 se fundó en Medellín la que considera la primera escuela a la que asistían niñas, una institución privada mixta “en la cual se daban lecciones de lectura, escritura, aritmética y geografía”.9 Lentamente se fueron estableciendo otras escuelas para niñas, o mixtas, en varios municipios: Antioquia, Sonsón, Rionegro, Marinilla, entre otros.
En mayor o menor grado los sucesores de Santander procuraron continuar esa política, dentro de las penurias de la naciente república. Para 1842 en las escuelas públicas del país ya se instruían 7.763 niñas, de las cuales en Antioquia solo 366.10 A ello hay que agregar algunas que asistían a escuelas privadas que se fueron creando en diferentes ciudades.

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